Cuando supe del anarquismo, estaba reunida con unos amigos adolescentes en una fogata donde tomamos un poco de mezcal a escondidas después de una asamblea del pueblo en Ayutla, en la Sierra Norte de Oaxaca. No entendí mucho de qué se trataba, pero desde entonces tuve muchas preguntas porque sentía vagamente que había algo que unía esa palabra a los tequios infantiles que dábamos a nuestra comunidad desde la primaria. Desde entonces he tratado más o menos de buscar esa relación, pero aún la sentía algo lejana, la sentía muy urbana tal vez. Cuando me lo intentaron explicar, el exceso de academicismo me volvió a ocultar una relación cercana entre algo como el punk y la comunalidad serrana, puse mi atención, en todo caso, en las diferencias. Pero entonces, comenzaron a llegar las palabras de alguien que sabe tejer y en el tejido que es este libro se revela el porqué de esa sospecha inicial y le pone todas las palabras necesarias. Este libro va tejiendo los hilos entre el anarquismo (que leía yo como algo europeo) y nuestra experiencia serrana, en este libro la autora muestra que ambas pueden ser trama y urdimbre de un mismo textil; Mérida y Siberia, radicalmente opuestos en clima, encuentran aquí un territorio común. Agradecida y conmovida: Jaime Luna insiste en que el individuo no existe. Rhodakanaty también. Por eso es tan necesario leer este libro y escuchar a quien lo ha confeccionado.
Yásnaya Elena A. Gil
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